Ahora lo sé...

Rozando las brisas más agradables, admirado y sumido en el caos, contemplé como te ibas de mí, horrible sensación que me acompañas a todos los lugares. Por fin te fuiste con tu punzante melodía de vida y muerte hacia otra zona en la que no llora nadie por ti. Soledad, yo que te quiero y te necesito te pido un tiempo para que me dejes vivir. No podría imaginar que sólo alguien como tú me pudiese hacer ver la maravillosa realidad que tan escondida estaba. Saliste de mí como un retorcido grito desde el fondo de mi alma en una de las puestas de sol más agria de mi vida. Y no me dí cuenta.

Siento un amanecer, un despertar, ahora... que parece no haber pasado el tiempo... me siento capaz de vivir de nuevo, sentir lo que un día fuí. La noche pasó, y no me dí cuenta.

La curva de tu rostro, el brillo del sol que se reflejaba en tus ojos, la dulzura de tus palabras que rebotaban en mi alma. Se sentía el movimiento de tus manos como cuando cambian las estaciones del año y el abrir y cerrar de tus ojos como el paso del día y la noche. Y no me dí cuenta.

Y esque cuando dormías no comprendía, pero comenzaba a entender, que eso a lo que tanto odio y quiero se iba, se iba... llegando tú con una estela de luz esperanza y un aroma que prometía el equilibrio de los elementos de mi alma, que prometía la estabilidad de las olas golpeando tierra firme, fundiéndose una con la otra. Ay, triste soledad compañera de camino, cómo me siento ahora, pero esque no me dí cuenta.

Y no me dí cuenta porque la ignorancia que me posee es paradójicamente mayor cada día, aunque sin embargo cada día que pasa me afirmo más y más en que soy mucho más dependiente de tus suaves susurros creados todos por mi simple sabiduría. Es triste que sea tarde, pero mejor eso... que nunca....



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