Dosis de clorofila (II)

Llegados a este punto cercano a exámenes he de confesaros mi secreto para llevarlos bien sin caer en estado de locura (cosa que es más fácil si se estudia una carrera como la mía). El caso es que debido a un artículo que me pasó Icefran sobre el cultivo de hortalizas en terrazas me animé a poner macetas a diestro y siniestro para ver qué ocurría. Todo comenzó un día de invierno sobre principios de enero, cuando llegué a casa cargado con un macetón, tierra y pequeños proyectos de lechugas. A partir de ahí, la flora empezó a extenderse poco a poco.

Aquí vemos mi terraza antes de la invasión. Ya estaba yo preparando los ejércitos para que crecieran y la dominaran. Aquí están las lechuguitas:

Al pasar unos pocos días fueron apareciendo nuevas macetas, al fondo una planta que todavía no sé ni cómo se llama pero que da unas frutitas de colores amargas que no se pueden comer pero son agradables a la vista (alguna función tenían que tener). Lo que hay más cerca es una conífera que creo que se llama “Chamaecyparis Lawsoniana”, a estas dos últimas les he cogido cariño por lo bien que se están portando.

Pasaba el tiempo, fresquito en aquella época, y cada vez había más plantas, al fondo de izquierda a derecha: Aloe Vera, planta por determinar, y ficus repens, la primera enredadera. Lo que hay a la derecha es tierra y la maceta para transplantar la enredadera. Como veis un farolillo místico apareció como si nada. (Las lechugas crecieron mucho).

Ficus transplantada con éxito con chinchetas para ayudarla a subir hacia los cielos y un poco de musgo en la tierra. Éste fue mi primer transplante, creo que sufrí más trauma yo que la planta porque ella siguió creciendo.

Mientras tanto febrero se presentaba frío, mu frío y había que hacer algo para proteger a las plantas que sino se resfriaban. Durante las heladas construí una cosa parecida a un invernadero con plásticos y quedó bastante gracioso, sin embargo no hice fotos. Ahora eso sí entrabas y no hacía tanto frío como en la calle así que sirvió de algo.

También durante esta época transplanté a bonsái a una maceta bien grande y le di un “pelao”. Aunque parezca lo contrario lo hice por su salud.

Le puse unos alambres para que creciera mejor y así las hojas recibieran más sol, además así se ponía más bonito.

Se acercaban las buenas temperaturas y de nuevo se multiplicaron los “especimenes verdes"

Aquí se ve la segunda enredadera, un jazmin, el cual cambié de sitio al poco tiempo. Y si se aprecia bien puse unas rocas grises para darle un aspecto de jardín y no de terraza llena de macetas.

Aquí se distingue la segunda conífera, la marroncilla. Creo que es una thuya, en otoño-invierno se ponen de este color y cuando llegan las buenas temperaturas cambian de color. Las lechugas seguían creciendo más y más.

El jardín crecía, el buen tiempo me animó a sacar a bonsái de casa. En la foto se puede ver, al lado de bonsái su antiguo tiesto y a la derecha un Ciclamen de mi madre. Instalé la maceta que hay encima de bonsái para poner las confieras y éste fue el resultado:

Éste era el aspecto del jardín por aquel entonces. Las lechugas como se aprecia crecían de forma abismal. Finalmente crecieron tanto que empecé a darle los últimos riegos y cuando ya las vi algo más maduras las saqué y me hice unas buenas ensaladas. Si soy sincero me dio mucha pena recogerlas, pero, iban a morirse de todos modos si no lo hacía… las piqué yo mismo. Al hacerlo decidí pensármelo más la próxima vez que cultivase algo por el estilo. Aquí una última foto antes de ser recogidas.

Llegó definitivamente la primavera y todos lo notamos con tanta lluvia. Para celebrarlo rellené el hueco que había en la maceta “colgante” con otra conífera “Pinus mugo”. La thuya (la del medio) empezó a ponerse verde y a perder el color rojizo que tenía.

Traje tres plantas aromáticas, en la foto: dos lavandas a los extremos y hierbabuena en el centro. Las preparaba para el transplante. A bonsái lo amarré con unas cuerdecillas porque me daba la sensación de que los alambres que tenía le hacían mucho daño.

En esta foto se ve la planta más grande que ha visto el jardín, una oxalis. Una planta muy curiosa que abre sus flores cuando le da el sol y los cierra cuando está nublado, por la noche se pliegan también las hojas. Le puse debajo más rocas, aquello parecía un matorral. A la izquierda se ve una plantita pequeña que sube, es la tercera enredadera, parra virgen de virginia. Ésta planta crece muy rápidamente y se pega a las paredes, se parece mucho a la hiedra que vemos por la calle pero ésta tiene las hojas más pequeñas, en otoño se enrojecen mucho y en invierno las tiran dejándola “desnuda”. La primera planta de hoja caduca del jardín.

Pasaron los meses y a final de mayo, éste era el aspecto del jardín. La oxalis (la planta grande de flores) me dio muchísimos problemas, entre ellos plagas de babosas, suciedad, hongos… y la propia planta empeoró. El ciclamen de mi madre (la planta roja de la derecha) empezó a tirar las horas y las flores porque es una planta de invierno. El naranjito tiró todas sus frutas y echó flores, la parra virgen (enredadera de la izquierda) creció muchísimo. Transplanté el aloe vera (izquierda) a una maceta de barro para que resistiese el calor del verano y las lavandas (en el centro con flores moradas) echaron flores y crecieron mucho.

Aquí se puede ver a bonsái en el centro, la enredadera ficus a la derecha, el naranjito (sin naranjas) arriba y a la izquierda y la oxalis con las hojas en mal estado a la izquierda (todo esto no iba a ser tampoco un camino de rosas, también tiene sus dificultades).

Las tres flores que resistieron de la oxalis. A la izquierda la hierbabuena al fondo el jazmin y a la derecha el “naranjete”.

Ahora viene la parte desagradable: La oxalis me estaba dando muchos problemas y se empezaba a morir quizás porque no se adaptó al clima de la terraza. Tras muchas podas y limpiezas para intentar salvarla tuve que recogerla y tirar la mayoría de ella.

Una muestra de la plaga de babosas que habitaban allí. También había arañas rojas y escarabajos. Además de hojas podridas.

El proceso fue largo y muy pesado pero al final conseguí “salvar” un poco de la planta, no podía tirarla sin más:

Hoy, para rellenar el hueco que dejó la oxalis traje una thuya como la que tenía, pero en tamaño XXL y ha quedado así:

Y bueno el jardín en general y a día de hoy se ha quedado así:

Todo este recorrido ha sido una evolución que ha durado 6 meses, aún ninguna de las plantas a excepción de bonsái ha durado más de un año aquí pero espero que pueda darles un buen cuidado y sigan así durante más tiempo. Como experiencia es algo muy gratificante, realmente tranquiliza mucho y cuidarlas no supone ninguna labor sobrehumana. Por ello recomiendo a todo el que quiera y pueda que se anime a hacer algo por el estilo en su casa, poco a poco se pueden conseguir muy buenos resultados. No piden mucho y dan mucho a cambio la verdad. Y al final conquistaron la terraza :)

Aquí dejo otras fotos curiosas

Y por último, los comandantes de la conquista clorofílica: