. La Metáfora onírica .

Sueño de una mañana de domingo:

Marchar sin angustias, corriendo sobre la hierba que nace tras de ti. No eres más que un niño sin saber, como un hombre desorientado, pero sin miedo. Anochece sin ponerse el sol, la tarde inextinguible muestra la niebla entre las montañas. Se presenta un obstáculo, una calzada asfaltada, un camino gris que se cruza. Y alzas el vuelo para atravesar la dificultad, sin reparo. Toda esa gente te mira pero no se asombra, se asombra pero no te mira, solo estás sobrevolando el pasaje pero no caminas por él.

Como el que corre sin angustia, como el que marcha sobre la hierba que nace tras de sí. Se para a contemplar su nacimiento y suplica su supervivencia. Límite de su frontera con la vida. Pasa el tiempo pero aquella hierba no crece, se complica el tiempo. No crece. Sigue corriendo, sin angustia.

La fruta en tu paladar, resbalas hablando de todo y de nada y tu alma se queda en pie. La asomarás inclinándote hacia el cañón nublado. Solo verás niebla pero sentirás esa utopía de verlo todo claro. Niebla húmeda, niebla cargada, palpando tu piel esta mañana. Habiéndote percatado de la existencia. No creas que es hora de exhalar el último aliento. Ya lo hiciste hace tiempo, como aquel que corre sin angustia.

Sabor a fruta se resbala deslizándose por el viento, la niebla es fresca y convive con ella. En su carrera casi eterna llega a su fin, en este acantilado sin fondo. Ya se ha reunido todo lo que debería estar aquí, todo está preparado. La hierba crece, la gente se ha ido, comienza a chispear…


Y aquí termina el sueño.

No hay comentarios: